Bueno, en Septiembre, vista la pasividad de Dani, seguí yendo con los del trabajo a preparar la Matagalls-Montserrat, y con Vane a Nuria. Fueron experiencias descorazonadoras, dónde cualquiera me adelantaba sin esfuerzo (y yo resoplando como un bisonte).
Siguiendo el paralelismo fácil, este es el canalillo del Pedraforca. Bajar parece un paseo, pero nada más lejos. Es un lecho de piedras afiladas, que al poner el pie te hacen avanzar medio metro más que el que tus neuronas esperan que te muevas, generando una sensación de inseguridad total en tus pisadas. Para finalizar, cuando las piedras no son muchas, lo normal es que el pie, en pleno deslizamiento se clave, y tú acabes en el suelo con las piedras como una cama de fakir. Llegué abajo moralmente destrozado y al borde del lloro. Hasta los cojones, pensando que nunca más me iban a enredar para volver a subir. Mira por dónde, como soy un optimista y sólo pienso en lo positivo, ahora volvería.
Para finalizar un Septiembre descorazonador, la Matagalls Montserrat. Este de la foto es Agus en la salida del evento en Coll Formic (Matagalls). Agus llegó en 21 h a Montserrat. Yo a las 6 horas, abandonaba con un ataque de asma a los 24 km, de los 83,5 totales. Ni que decir tiene, que en condiciones normales suelo hacer más kilómetros cualquier día que salimos a caminar normal con Dani y a mayor velocidad. Sé que suena a escusa, pero es cierto.
El Pedraforca es una montañita de 2500 m, y para subir en 3,5 km, había que ganar un desnivel de 967 m.
Estas son las primeras rampas, entre árboles, con unas vistas bonitas, pero como se ve, ya estás bien arriba, y por cierto, llevaba menos de una hora caminando y ya estaba cansado.
Esta es la última imagen que pude tomar sin poner las manos en el suelo. A partir de aquí, escalada de bajo nivel para llegar a la cima en una hora más.
El "camino" transcurría a cuatro patas por la cresta de estas rocas. No obstante, en algún momento, vi a alguno que con bambas normalitas, iba de pie dando saltitos de roca en roca, totalmente despreocupado. Puedo asegurar que yo sólo me erguía (no me ponia de pie), para dejar de resoplar.
Este precipicio desde la cima, tiene más de 600 metros de caida. Me perdonareis el no haberme asomado un poco más, pero con el viento, la sensación de acojone era indescriptible.
Siguiendo el paralelismo fácil, este es el canalillo del Pedraforca. Bajar parece un paseo, pero nada más lejos. Es un lecho de piedras afiladas, que al poner el pie te hacen avanzar medio metro más que el que tus neuronas esperan que te muevas, generando una sensación de inseguridad total en tus pisadas. Para finalizar, cuando las piedras no son muchas, lo normal es que el pie, en pleno deslizamiento se clave, y tú acabes en el suelo con las piedras como una cama de fakir. Llegué abajo moralmente destrozado y al borde del lloro. Hasta los cojones, pensando que nunca más me iban a enredar para volver a subir. Mira por dónde, como soy un optimista y sólo pienso en lo positivo, ahora volvería.
Esto ya es la subida a Nuria con Vane, pero como comenté al principio también fue algo descorazonador. Con lo que yo he ido haciendo, presuponía tener una mejor forma. A la hora de la verdad, Vane subía sin cadena y yo resoplando como una mula a distancia de ella.
Para finalizar un Septiembre descorazonador, la Matagalls Montserrat. Este de la foto es Agus en la salida del evento en Coll Formic (Matagalls). Agus llegó en 21 h a Montserrat. Yo a las 6 horas, abandonaba con un ataque de asma a los 24 km, de los 83,5 totales. Ni que decir tiene, que en condiciones normales suelo hacer más kilómetros cualquier día que salimos a caminar normal con Dani y a mayor velocidad. Sé que suena a escusa, pero es cierto.
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